ORNAN GÓMEZ, ESCRIBE SOBRE LA BASURA DE COMITÁN.
¿ALGUNA SEMEJANZA CON OTRO MUNICIPIO?
Exal Baltazar Juan Avila/APyPM
VERDE.
Ornán Gómez, nació en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, 1980; es autor de “En busca de la palabra” (secretaría de educación, Tuxtla Gutiérrez 2010) y “Miedo en la sangre” (notas para salvar el alma), coedición del Consejo Estatal para las Culturas y las Artes de Chiapas (CONECULTA) y Ediciones Morbo(febrero 2015). Ha publicado cuentos, ensayos y artículos en medios impresos del sureste de México. Es miembro del Programa Nacional de Salas de Lectura del Consejo Nacional para las Culturas y las Artes y delegado en Chiapas por de la Academia Mexicana de la Literatura Moderna por su labor en la promoción de la lectura. Se desempeña como profesor de Telesecundaria y forma parte del consejo editorial de “Morbo”.
AMARILLO.
Ante la semejanza con muchos otros municipios del estado de Chiapas y ante la tremenda pereza que tengo este día por escribir… jejejejej… “copia y pego” un tema relevante, de actualidad y de fácil solución pero lleno de basura que los gobiernos no quieren dar solución con algo que deja mucho más dinero que la mediocre ambición de unos cuantos pesos, la miserable corrupción y pago de favores políticos con líderes “sindicales” que agrupan a gente con necesidad de obtener un ingreso para el sostén de la familia a través de la recolección de la basura utilizando para ello triciclos.
He aquí su columna “Mundo raro”, publicada en el periódico local “Diario a Diario” de Comitán con el titulo “Entre la modernidad y la basura”.
AMARILLO.
“De los cerros de basura escapa un humo espeso que contamina el aire y mortifica la respiración. En el cielo azul, los zopilotes revolotean. Abajo, entre la basura envuelta en ese hedor que atrae a enjambres de moscas, los pepenadores escarban. Del otro lado, las máquinas ronronean mientras a la montaña le quitan piedras y tierra que tiraran sobre la basura. Pegadas a las faldas de las montañas se ven algunas casas de madera con techo de lámina de zinc. Justo allí viven algunos pepenadores que viven del basurero municipal. Los demás vienen de Comitán.
Al ver las toneladas de basura apiladas al pie de la montaña, pensé en que esto representa la otra cara de un pueblo mágico. Es un rostro que se prefiere ocultar, porque no se apega a los estándares de belleza que predominan en este tiempo. Es esa parte que siempre pasa inadvertida cuando los políticos promocionan las partes “bonitas” de la ciudad. Sí, porque cuando de ofrecer se trata, sólo se muestra aquello que puede llamar la atención. De una ciudad se dice que es la más limpia y segura del país. El objetivo, como ya se sabe, es atraer a los turistas para que vengan a gastar sus dineros que se quedará en los hoteles y restaurantes.
Eso mismo sucede cuando se promueve un recinto natural, como Lagos de Montebello. De él se dicen maravillas, pero nunca se habla de la basura que las personas dejan. Tampoco se dice que la contaminación de la Laguna encantada, es resultado del desagüe del drenaje de Comitán y otros municipios cercanos. Ahora, si pensamos bien, estos mismos ejemplos aplican a las personas. Cuando alguien está cortejando a una chica, por ejemplo, siempre luce su mejor peinado, ropas, zapatos, perfumes y poses. Las chicas hacen lo mismo. Y es que con todo esa liturgia, lo que se intenta hacer es que el otro se enamore de la imagen que él o ella proyecta. Es decir, que se enamore de la parte que él o ella le intenta vender. ¿Qué pasa después del cortejo? Él o ella empiezan a mostrar “las otras partes” que los constituyen.
De allí que si uno quiere tener otro panorama de ella, por ejemplo, hay que visitarlo en su casa, de preferencia, cuando no esté maquillada, ni huela a perfume y calce zapatillas. Sin duda que él tendrá otra percepción de la chica que está cortejando. Sin embargo, aunque este ejemplo resulte chusco, en él se puede apreciar que la sociedad apunta hacia el consumo de imágenes desechables. De allí que muchos se arreglen para los demás y menos para ellos mismos.
Pues bien, volviendo al tema de la ciudades, en ellas pasa lo mismo. Para tener otra percepción fuera de aquello que los promocionales dicen, es bueno visitar sus colonias populares, mercados y basurero. De ese recorrido surgirá otra percepción que, seguro, se acercará un poco más a la realidad de quienes la habitan. No es lo mismo decir Comitán pueblo mágico y tener sólo como referencia el centro de la ciudad, que decir Comitán pueblo mágico y tener como referencia el basurero de la ciudad y las personas que viven de la basura. Seguro que esa idea contrasta con la imagen de una ciudad limpia y luminosa.
A partir de la basura depositada en el basurero de este municipio, se puede interpretar la cultura de una ciudad habitada por personas que, pareciera ser, sólo se limitan a consumir. Ello da a entender que los habitantes de una ciudad nos hemos vuelto consumidores sin reparar en aquello que consumimos. Prueba de ello son las toneladas de plásticos, bolsa de nylon, llantas, latas, fierros, hules, cuadernos, libros, pañales desechables, residuos de material de hospitales, entre otras cosas que hay en el basurero.
¿De qué sirve denominarnos pueblo mágico, si con la basura que producimos estamos dañando gravemente los ecosistemas que rodean esta ciudad? ¿Por qué en vez de gastar miles de pesos en promocionar las partes “más bonitas” de la ciudad, los gobiernos federal, estatales y municipales invierten en promocionales que permita que los ciudadanos concienticemos sobre los daños ambientales que producen los plásticos, por ejemplo?
¿Han pensado, cuando depositan latas, botellas de vidrio o plástico, bolsa de naylon, hule, jeringa, u otro material al contenedor de basura, qué pasarán con ellos y a dónde irán a terminar? ¿Qué pasa con la basura que producimos los habitantes de una ciudad? Es posible que sólo la coloquemos en una bolsa y la depositemos en un contenedor donde, más tarde, pasarán a levantarla quienes se dedican a la recolección de basura. Antes de comprar una Coca-Cola, por ejemplo, ¿se piensa en el daño que provocamos al planeta con ello?
Cada día entran al basurero municipal entre siete y ocho camiones de basura. Apenas se liberan de su carga, los pepenadores eligen aquello que podrían vender. Sí, hay gente que vive de la basura que usted y yo producimos. Hombres y mujeres con hijos que asisten a una escuela con la esperanza de que su futuro sea distinto al de los padres.
Ejemplo de ello es don Amílcar que tiene tres niños y quien, todos los días, sube caminando de Comitán al basurero. El trayecto dura dos horas que son necesarios para que el señor espere los primeros camiones cargados de basura. Como resultado de su búsqueda en ese basurero que provoca arcadas, don Amílcar debe juntar entre cinco a seis bolsas de plástico que luego venderá.
A cambio de ese plástico, don Amílcar recibirá ochocientos pesos a la semana de los cuales descontará doscientos cincuenta pesos que le cobra la camioneta con la que saca su carga de plástico. De ese mismo dinero debe apartar doscientos pesos que dará al municipio, como derecho de piso. Sí, como él hay otros diecisiete hombres que diariamente pelean contra los enjambres de moscas y parvadas de zopilotes para rescatar un bote, una muñeca, un pedazo de hule o fierro. Y don Amílcar trabaja con resignación, puesto que desea que sus hijos tengan un mejor futuro. Al menos, dice, quiere que terminen la primaria que él no pudo concluir. A sus treinta y siete años de edad, don Amílcar logró un espacio en el basurero de Comitán de donde, al menos, puede conseguir algo de dinero para llevar comida a su familia.
Sí, esa una de las tantas historias que se configuran en los basureros de todo el país. Y esas historias, al igual que esas toneladas de basura, son el resultado de la modernización de las ciudades. Lo anterior lleva a pensar que quienes conformamos una ciudad, debemos reflexionar seriamente en la vida que pensamos legar a nuestros descendientes. ¿Los lugares que habitarán nuestros hijos, estarán rodeados de árboles y agua limpia, o de toneladas de basura y agua podrida?
ROJO.
En definitiva, la modernidad nos ha llevado a desechar lo natural. Prueba de ello son las hectáreas de árboles que tienen que derribarse para conformar los basureros. Luego tendrán que despedazar montañas de tierra que servirán para cubrir la basura. Algo así como cuando se intenta ocultar la belleza de la piel con repellos de maquillaje. ¿Cuánto años le costará a la tierra desintegrar toda esa basura que producimos? No sé. Aunque de una cosa sí estoy seguro: nuestros hijos y los hijos de ellos pagarán las consecuencias. Es posible que a ellos les toque lidiar con esos cerros de basura que le estamos legando.” Concluye.
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Tapachula, Chiapas, México;

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